por Liria

5 de abr de 20172 min.

¿Vas a poder atarte los cordones?

Actualizado: 9 de jul de 2023

“No se quejen que cuando sean viejitas no van a necesitar que nadie les ate los cordones.”

Esa frase quedó grabada en mi memoria para siempre. Tenía 25 años y asistía a una de mis primeras clases de yoga.

Durante la práctica, siempre hay ejercicios que nos cuestan más y se nos escapa un leve quejido o nuestro rostro, que nos impide disimular, se frunce como si la fuerza hubiera que hacerla con los músculos de la cara. Mi profesora de yoga, atenta a todo, detectó el disgusto y el esfuerzo y, con esa frase mágica, marcó un rumbo en mi camino. Definitivamente yo no quería llegar a ser “viejita” y no poder atarme sola los cordones. La práctica constante de yoga me llevaría poder hacerlo.

Con el tiempo descubrí que no se trataba de no quejarse, literalmente hablando. Había todo un mundo detrás. Por ejemplo, me hablaban de ir encontrando la comodidad en la postura. ¿Cómo? ¡Si había posturas donde no veía la hora de desarmar! Mi cuerpo se ponía tenso, mi rostro se fruncía, se tensaban mis hombros, mis manos y hasta se me cortaba la respiración. ¿De qué comodidad me hablaba la profesora?

A mis oídos llegó la palabra mágica que solucionaría todos mis malestares: la respiración. Comencé a experimentar y descubrí que con cada exhalación consciente, larga, profunda, el cuerpo y la mente se relajaban. No se trataba de no quejarse, de esforzarse, de esperar a que la postura pasara rápido. Se trataba de respirar. ¡Aleluya! Aprendiendo a respirar, ¡podría atarme los cordones cuando fuera mayor!

Los años pasaron y yo misma me convertí en la profe de yoga. Y llegaron a mi clase mujeres de todas las edades. Y entre ellas, algunas ya eran abuelas y bisabuelas. Mi alma se llenó de alegría cuando las vi atarse los cordones en mi propia clase. Y la recompensa fue aún mayor cuando con orgullo, muchas de ellas me compartieron con ojitos iluminados:

- Ahora puedo jugar en el suelo con mis nietos.

Y otras más pícaras:

- Yo puedo jugar con mis nietos en el suelo porque hago yoga. En cambio, la otra abuela no.

Cómplices, reímos juntas.

No lo dudes. Empezá ahora. Nunca es tarde en el Yoga. Vas a encontrar beneficios que no habías imaginado.

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