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Revelaciones. Escucharse por primera vez.

  • Foto del escritor: Liria
    Liria
  • 20 oct
  • 3 Min. de lectura

Sofia abrió los ojos con dificultad. Latidos intensos resonaban en su cabeza. Era otra mañana más con la ya familiar migraña que parecía haberse ensañado con ella en los últimos meses.

Con los ojos entrecerrados, tanteó la mesita de luz y tomó la caja de Migral. Arrastrando los pies descalzos suavizó el impacto del sonido de sus aletargados pasos hasta llegar al baño. Ya sabía cómo evitar que la cabeza le estallara.


Y otra vez el vaso con agua y otra vez el analgésico. Al levantar la vista, vio el reflejo de su rostro en el espejo. Aún en la oscuridad,  las arrugas que habían dejado de ser incipientes estaban a la vista. Amargada, deslizó sus dedos por el cuello en un reconocimiento poco amable de su nueva piel y al llegar a la barbilla notó la flacidez que ya se había hecho un nueva realidad. El fantasma de una vejez precoz intensificó su dolor de cabeza. Habían pasado unos pocos meses luego de su cumpleaños cincuenta y la edad ya le pesaban en el cuerpo. 


¨A los cincuenta ya no te ves joven¨…resonaban las palabras de su cuñada que le llevaba unos diez años y alardeaba de su experiencia de vida

Con dureza, Sofía recorrió su rostro con la vista buscando más señales alarmantes, casi con la intención de encontrar pruebas que confirmaran la amenaza. Las encontró. 


-Este párpado está caído.


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La alarma del reloj le recordó que en tres horas debería estar en el estudio, y en dos en la escuela para dejar a Maylén.  Era un alivio saber que al menos Santi estaba en casa de su padre. Una responsabilidad menos que asumir. Abrumada de saber que el día no había ni empezado y ya fantaseaba con volver a la cama, se sentó en la tapa de bidet vencida por el peso de sus pensamientos.  Imágenes incoherentes se cruzaban entre sí  a medida que hacía un listado interminable de todo lo que debería hacer en las próximas horas. El dolor se desplazó a su ojo derecho y frunció inconscientemente el ceño en repudio a la agresividad que su propio cuerpo le perpetraba.


Fue el galope desenfrenado de su corazón el que logró interrumpir el recorrido por la lista de responsabilidades. Asustada, olvidó por completo la agenda y volvió del futuro para verse sentada en el baño, ahora transpirando. Descubrió que había comenzado a respirar más lentamente y más profundo.   Era una hábito que había incorporado en esas clases de yoga que le habían hecho tan bien luego de la separación. ¿Cómo era?  ….Inhalo paz, exhalo temor…..Sí, esas era las esas frases que la habían ayudado tanto cuando su mundo se derrumbaba. ¿Cuánto hacía que no iba a yoga? 


Aferrada al vanitory como si su vida dependiera de ese objeto, respiraba con sus ojos cerrados….Inhalo paz, exhalo temor…..la migraña no cedía pero su corazón había empezado a aquietarse. Pasaron unos ¿tres, cuatro, diez minutos? Y Sofia descubrió que no quería abrir los ojos. A pesar del miedo, era agradable sentir que en la intimidad consigo misma, había logrado tomar el control y se había brindado un momento de quietud. Las sensaciones intensas, eran más suaves y hasta fue agradable estar sola con su respiración.  ¿Cuándo había sido la última vez que había vivido un momento agradable? 

La reunión en casa de Euge, ¡cierto! Qué bien que lo habían pasado. ¿Pero cuándo fue? ¿Hará tres, no, seis años? El impacto la forzó a abrir lo ojos.  ¡Seis años, ya! Seis años trabajando sin respiro.     No era de extrañar que su rostro había empezado a parecerse al de su abuela Berta. Con su mentón sobresalido casi cerca de la nariz, Berta había trabajado sin cesar hasta sus ochenta y largos para estar siempre bien abastecida. No vaya a ser que viniera otra guerra y la agarrara desprovista. 


Resuelta como nunca antes, tomó el celular y  sin explicaciones le avisó a su asistente que cancelara la agenda de hoy y reprogamara las reuniones de los clientes más importantes. 


-Marcelo, disculpá la hora pero hoy necesito que te ocupes de Maylén. Después te explico.


El suspiro erradicó la migraña como por arte de magia. 


Le llevó un rato encontrar la calzas y las zapatillas. Al hurgar en los cajones en busca de esa remera que era tan cómoda, encontró el folleto de Euge. Yoga Facial - Primeros pasos hacia un belleza duradera. Sonrió. Nada es casual. También se lo había dicho su cuñada.


Puso esa música que le daba paz, preparó la bañera con las sales de baño ya vencidas. Y supo que no habría marcha atrás.



¿Te resulta conocida la historia?

¿Podrías identificar qué se te fue revelando en estos últimos años?

¿Supiste escucharte?




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